La muerte del niño avilesino en diciembre enero de 2005 con aprobación judicial cuyo único delito fue ser hijo de una deficiente, nos pone en marcha para que no haya más asesinatos.
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Hablamos poco de ?l, se?al de que lo recordamos poco.
Y si lo recordamos poco es se?al de que nunca le pedimos nada, y sin embargo es el m?s poderoso servidor que Dios ha puesto a nuestra disposici?n, y el no acudir a ?l o sea el olvidarnos de ?l nos priva de beneficios incalculables.
Claro est? que ?l, por su cuenta, y aunque nosotros lo olvidemos, cumple con la misi?n que se le ha confiado, pero tambi?n es cierto que su actividad en servicio de nuestras almas y de nuestros cuerpos ser?a mucho m?s eficaz si por nuestra parte colabor?semos con ?l, le abri?ramos el coraz?n y le pidi?ramos franca y decididamente lo que creemos que nos hace falta y a su tiempo le agradeci?ramos lo que haya hecho, que siempre ser? lo que m?s nos convenga y ?l en esto sabe m?s que nosotros.
Estoy hablando del ?ngel de la guarda. Todos los seres humanos, a?n los m?s rebeldes y alejados de Dios, tienen a su lado su ?ngel, que los sirve y los conduce o quiere conducirlos por los buenos caminos y cuyos misteriosos consejos atendemos unas veces y desatendemos otras. Y hay seres humanos que los desatienden siempre, porque se dejan llevar por los consejos del diablo, que infesta los aires y rodea a los hombres buscando devorarlos, como se dice en los libros santos.
Pues bien, desde que me he puesto a pensar seriamente en lo que nos vale la ayuda de nuestro ?ngel, estoy tratando de conversar a menudo con el m?o, encomend?ndole no solamente los problemas grandes, sino tambi?n los menudos, para que ?l busque la soluci?n de todo.
Pero no me he contentado con tener frecuentes conversaciones, sino que le he dado alguien que lo ayude y que estoy seguro que no lo deja ni a sol ni a sombra, cuando se trata de servirme a m? o de servir a las otras personas de mi familia, que es la de ?l.
Voy a explicarme. El primog?nito de mis hijos tendr?a ahora cincuenta a?os, pero Dios me lo quit? ?bendita sea su voluntad- cuando era un ?ngel en la tierra, demasiado hermoso, demasiado inteligente, demasiado bueno, si es que en esto puede haber demas?as.
Despu?s de ?l vinieron a nuestra casa doce hermanitos m?s. Pero ?l fue el ?nico a quien Dios eligi?, cuando ten?a tres a?os y medio, para hacerlo un angelito suyo y de la Sant?sima V?rgen.
?Por qu? se me arrasan los ojos pensando en esto? Bendita sea la voluntad que lo dispuso. ?Y por qu? en medio de las batallas de la vida, al acordarme de ?l, se me vienen a la memoria estas palabras del Cantar de los Cantares: ?Yo soy quien ha encontrado la paz?.
Se llamaba Jos? Ignacio, y en la intimidad del hogar. Pepito.
Como estoy seguro de que no se ha olvidado de sus pap?s, que tanto lo quisieron en la tierra, yo lo he conversado y le he pedido que acompa?e al ?ngel o a los ?ngeles que nos sirven y los ayude todo lo que pueda.
Y en lo que a m? respecta le he suplicado, con no menos ternura que cuando era nuestro, que al terminar cada uno de mis d?as, junte tres gavillas con mis acciones.
Una de espigas doradas, como el trigo en saz?n, que ser?n mis acciones buenas, y ay?deme ?l y ay?deme el ?ngel de la guarda para que esta gavilla no sea demasiado flaca.
La segunda ser? de flores rojas, como las amapolas que tambi?n nacen en los trigales, y ser?n los beneficios y junto con ellos las tribulaciones, pruebas, tentaciones de todo el d?a, recibidos unos de donde vienen los dones del cielo, y permitidos los otros por Dios para ensayar mi f?.
La tercera de espinas, como las que nacen a las orillas de los sembrados, y son realmente las culpas que no he sido capaz de evitar.
Que todo esto, mi obra de un d?a, forme un solo haz, que lo abarquen los brazos de nuestro Pepito y se lo entreguen al ?ngel, para que ?l lo lleve en un vuelo a los altares de Dios en el cielo y all? lo queme a la manera de un incienso y de una acci?n de gracias.
Pues hay que agradecerlo todo, lo bueno y lo malo, que nos viene de lo alto, porque tal vez lo que creemos malo es decir la tribulaci?n, la prueba, la tentaci?n, sea mejor que lo que creemos bueno, es decir la dicha, la fortuna, la ciencia humana.
Y hay que agradecer tambi?n las espinas, que son las culpas, pues si Pepito las ha tomado en sus brazos angelicales sin lastimarse, es porque el arrepentimiento las ha convertido en flores de contrici?n, que adornan las puertas del cielo, cuando entra un hijo pr?digo.
Mi ?ngel guardi?n recibe ese haz formado por tres gavillas, que Pepito le entrega, y yo puedo concluida mi jornada, ponerme a dormir sintiendo el humo perfumado de mis trabajos.
He aqu? que tengo a mi vera constantemente, no un ?ngel que me cuida y me sirve, sino dos, uno que se parece a m? y que tendr?a cincuenta a?os si viviera, y es el hijito que Dios nos llev? cuando ten?a poco m?s de tres, y otro mayor, creado al comienzo de todas las cosas de, y que probablemente dio a las ?rdenes del arc?ngel San Miguel la primera batalla de los mundos y contribuy?, con la espada que ahora me defiende, a la primera derrota del diablo.
Hugo Wast. Autobiografia del hijito que no naci?. Buenos Aires, 1962.