La muerte del niño avilesino en diciembre enero de 2005 con aprobación judicial cuyo único delito fue ser hijo de una deficiente, nos pone en marcha para que no haya más asesinatos.
Defendemos también una mayor formación
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El punto ?tico-jur?dico fundamental se encuentra en el reconocimiento de la cualidad humana del embri?n y, por ende, en la convicci?n de que ?el fruto de la generaci?n humana desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la formaci?n del cigoto, exige el respeto incondicional que moralmente se debe al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde su concepci?n y, por lo tanto, desde ese momento se le deben reconocer los derechos de la persona, entre los cuales, ante todo, el derecho inviolable a la vida que tiene todo ser humano inocente?. (2)
La praxis corriente, en cambio, se funda en la negaci?n de la pertenencia de los embriones, y sobre todo de los embriones precoces, al n?mero de los seres humanos. Esta negaci?n ha sido subrayada en la ambigua noci?n de pre-embri?n propuesta por la conocida embri?loga A. McLaren en 1986, noci?n acogida triunfalmente por el mundo para-cient?fico, y que ahora se est? abriendo camino tambi?n en el mundo m?dico. El uso de la noci?n de pre-embri?n es ideol?gico e instrumental y parece tener como fin la justificaci?n a posteriori, de una praxis manipuladora que de ning?n modo se quiere abandonar.
En cambio, desde nuestro punto de vista, se debe reconocer la aut?ntica humanidad del embri?n, aunque todav?a no se vea plenamente desplegada su personalidad. Por esto, la obtenci?n con t?cnicas artificiales de un embarazo a t?rmino no justifica ni la formaci?n de un n?mero excesivo de embriones ni su reducci?n mediante el aborto cuando se hayan implantado en n?mero demasiado grande ni la previa selecci?n eugen?tica ni su congelaci?n.
Los defensores de la crio-conservaci?n dicen que la congelaci?n salva a los embriones frescos de la destrucci?n, cuando no se los puede transferir por dificultades surgidas o por exceso de n?mero. Pero el salvamento ser?a aut?ntico si despu?s se garantizara a cada embri?n la posibilidad de reiniciar su camino de diferenciaci?n y perfeccionamiento hacia la madurez y el nacimiento. Desgraciadamente, el limbo de vida en suspenso al cual los sujeta la congelaci?n frecuentemente se transforma en antesala de la muerte. La misma pretendida inocuidad de la crio-conservaci?n es desmentida, como se ha visto, por la realidad cl?nica. No tiene valor para cambiar este juicio la afirmaci?n de que la p?rdida de embriones es un hecho transitorio, ligado a las actuales imperfecciones de las t?cnicas, pero que mejorar?n con el tiempo: no se pueden aplicar al hombre t?cnicas en fase experimental, antes de haberlas perfeccionado con los animales, y en consecuencia, no se pueden l?citamente crear surplus de embriones que ni siquiera se pueden conservar con suficiente margen de seguridad.
Finalmente la congelaci?n, prescindiendo de la peligrosidad de la metodolog?a para la integridad y la supervivencia del embri?n, constituye en s? misma una lesi?n de la dignidad de la criatura humana y del derecho del embri?n a desarrollar su teleolog?a inmanente y de proceder con autonom?a hacia su propio fin. La congelaci?n bloquea el devenir de esta existencia y podr?a ser justificada -entramos en el campo de lo futurible- solamente si fuera el ?nico medio para tutelar la subsistencia de una vida naciente que se encontrara accidentalmente en peligro, pero no ciertamente si es puesta directamente en peligro por nuestras insensatas manipulaciones. La destrucci?n de criaturas inocentes, inherente a ciertos procedimientos (fecundaci?n extra-c?rporea y congelaci?n, en particular), no puede ser el precio a pagar para hacer nacer otros, si no es en una ?ptica teleol?gico-utilitarista que privilegia sobre todo la obtenci?n de un resultado; y que no atribuye al embri?n precoz ning?n valor, o un valor inferior al de un feto llegado a t?rmino, seg?n la inaceptable idea de una gradualidad en el valor de las vidas humanas.
A la luz de estas reflexiones permanece dram?tica y actual la condena que la instrucci?n Donum vitae hizo de la congelaci?n de embriones porque ?aunque se haga para garantizar una conservaci?n del embri?n vivo -crio-conservaci?n- constituye una ofensa al respeto que se debe a los seres humanos, en cuanto los expone a graves riesgos de muerte o de da?o para su integridad f?sica, los priva por lo menos temporalmente de la acogida y de la gestaci?n materna y los pone en una sitauci?n susceptible de ulteriores ofensas y manipulaciones?. (3)
El Santo Padre, despu?s de un llamamiento a la grave responsabilidad de los cient?ficos, en el mismo discurso se dirige as? a los juristas y a los gobernantes: ?Mi voz se dirige tambi?n a todos los juristas para que se ocupen a fin de que los Estados y las instituciones internacionales reconozcan jur?dicamente los derechos naturales del mismo surgir de la vida humana y adem?s se hagan tutores de los derechos inalienables que los millares de embriones congelados han adquirido, intr?nsecamente, desde el momento de la fecundaci?n. Los mismos gobernantes no pueden substraerse a este empe?o, para que desde sus or?genes se tutele el valor de la democracia, la cual hunde sus ra?ces en los derechos inviolables reconocidos a cada individuo humano?. ?QU? HACER CON LOS EMBRIONES CONGELADOS?
Las actividades de manipulaci?n de embriones y las aberrantes disposiciones legislativas que las consienten se inscriben en la mentalidad distorsionada que preside muchas pr?cticas de reproducci?n artificial. En particular, la fertilizaci?n in vitro, violando la inseparable conexi?n entre los gestos del amor encarnado de los esposos y la transmisi?n de la vida, oscurece el significado profundo del generar humano. No es, por tanto, l?cito producir embriones in vitro y muchos menos producirlos voluntariamente en n?mero excesivo, de modo que sea necesaria la crio-conservaci?n. ?sta parece ser la ?nica respuesta razonable a la cuesti?n de la congelaci?n embrional y en tal sentido el Santo Padre ha interpelado a los hombres de ciencia. Sin embargo, el modo antinatural en que estos embriones han sido concebidos y la antinaturales condiciones en que se encuentran, no pueden hacernos olvidar que se trata de criaturas humanas dones vivientes de la Bondad divina, creados a imagen del mismo Hijo de Dios. Se nos pide entonces c?mo intervenir para salvar estas criaturas, resolviendo de modo ?ticamente aceptable el desagradable dilema.
Una vez que los embriones son concebidos in vitro, existe por cierto la obligaci?n de transferirlos a la madre y solamente ante la imposibilidad de una transferencia inmediata se podr?an congelar, siempre con la intenci?n de transferirlos apenas se hayan presentado las condiciones. En efecto, el seno materno es el ?nico lugar digno de la persona, donde el embri?n puede tener alguna esperanza de sobrevivir, reanudando espont?neamente los procesos evolutivos artificialmente interrumpidos. Tambi?n aquellos que -en contraste con la moral cat?lica- considerasen justo recurrir a m?todos extra-corp?reos no podr?an eximirse de respetar ese m?nimo ?tico que est? constituido por la tutela de la vida inocente. Ni siquiera en caso de divorcio el marido podr?a oponerse a la petici?n de la esposa de recibir los embriones ya concebidos pues, una vez que la vida humana ha comenzado, el progenitor no tiene ning?n derecho de oponerse a su existencia y desarrollo. El embri?n, de hecho, no obtiene su derecho a existir de la com?n acogida de sus progenitores, de la aceptaci?n de la madre o de una determinaci?n legal, sino de su condici?n de ser humano. Hay que poner de relieve, por otra parte, que en un embarazo diferido, el significado de la procreaci?n, en su compleja din?mica antropol?gica, es ulteriormente turbado y trastornado: la escisi?n artificiosa entre uni?n sexual (cuando ha tenido lugar) y concepci?n, ya dr?stica e inaceptable en las t?cnicas extra-corp?reas, se hace m?xima en el caso de la implantaci?n de un embri?n crio-conservado.
Si no se puede encontrar a la madre, o ?sta rechaza la transfer, algunos autores, incluso cat?licos, han considerado la posibilidad de transferir los embriones a otra mujer. Se tratar?a de una adopci?n prenatal diferente de la maternidad suced?nea y de la fecundaci?n heter?loga con donaci?n de ovocitos: aqu? no se dar?a una lesi?n de la unidad matrimonial ni un desequilibrio de las relaciones de parentesco pues el embri?n se encontrar?a, desde el punto de vista gen?tico, en una misma relaci?n con ambos padres adoptivos. Los v?nculos m?s intensos y profundos establecidos entre quien es adoptado antes de nacer y los padres adoptivos, tendr?an que atenuar algunos problemas psicol?gicos que se observan en las adopciones tradicionales, mientras se exaltar?a el sentido de la adopci?n como expresi?n de la fecundidad del amor conyugal y fruto de una generosa apertura a la vida, que lleva a la acogida en el seno de una familia de hijos privados de padres o abandonados (4), y sobre todo de los abandonados a causa de minusval?a o enfermedad (5).
La soluci?n, sugerida como extrema ratio para salvar los embriones abandonados a una muerte segura, tiene el m?rito de tomar en serio el valor de la vida, si bien fr?gil, de los embriones y de aceptar con valent?a el desaf?o de la crio-conservaci?n buscando limitar los nefastos efectos de una situaci?n desordenada. Sin embargo, el desorden dentro del cual discurre la raz?n ?tica marca profundamente las tentativas mismas de soluci?n. En efecto, no se pueden silenciar los graves interrogantes que provoca est? soluci?n y, de modo particular, el temor a que esta singular adopci?n no logre substraerse a los criterios eficientistas y deshumanizantes que regulan la t?cnica de la reproducci?n artificial: ?ser? posible excluir toda forma de selecci?n, o evitar que se produzcan embriones en vista de la adopci?n? ?Es imaginable una relaci?n transparente entre los Centros que producen il?citamente embriones y los Centros donde ?stos ser?an y los Centros donde ?stos ser?an l?citamente transferidos a madres adoptivas? ?No se corre el riesgo de legitimar e incluso promover, inconsciente y parad?jicamente, una nueva forma de cosificaci?n y manipulaci?n del embri?n y, m?s en general, de la persona humana?
En el caso de los embriones congelados tenemos un ejemplo impresionante de los inextricables laberintos en los que se aprisiona una ciencia cuando se pone la servicio de intereses particulares y no del bien aut?ntico del hombre, ?nicamente al servicio del deseo y no de la raz?n. Por ello, frente al alcance de las cuestiones en juego -cuestiones de vida o de muerte- el pueblo cristiano siente con m?s fuerza que nunca la misi?n, que el Se?or le confi?, de anunciar el evangelio de la vida y se compromete, junto con todos los hombres de buena voluntad, a responder a las problem?ticas emergentes con soluciones incluso audaces, pero siempre respetuosas de los valores de las personas y de sus derechos nativos, sobre todo cuando se trata de los derechos de los d?biles y de los ?ltimos.
Notas
2. Donum vitae, I, 1 3. Donum vitae, I, 6. 4. cf. Familiaris consortio, 14 y 41; Evangelium vitae, 93. 5. cf. Evangelium vitae, 63.