S?bado, 18 de marzo de 2006


Lo que parece tan f?cil y agradecido
La reciente enc?clica de Benedicto XVI sobre el amor ha pillado por sorpresa a los medios de comunicaci?n internacionales. Muchos esperaban un documento en el que denunciara los graves males que aquejan a nuestra sociedad y han quedado del todo sorprendidos al encontrarse con un texto muy sugestivo y extraordinariamente c?lido: "El amor es una luz ?en el fondo la ?nica? que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podremos ponerlo en pr?ctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, as?, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta enc?clica", escribe el Papa en uno de los ?ltimos p?rrafos. Y poco antes explica que "el amor no se reduce a una actitud gen?rica y abstracta, sino que requiere mi compromiso pr?ctico aqu? y ahora". Una de las maneras de ponerlo en pr?ctica es tomarse el trabajo de sonre?r.

?Cu?nto apreciamos todos la sonrisa amable de las personas y cu?ntas veces nos resistimos a sonre?r! Resulta un tanto enigm?tico que gust?ndonos tanto a todos el que nos atiendan con una sonrisa seamos tan ro?osos a veces para sonre?r a quienes solicitan nuestra atenci?n. Los medios de comunicaci?n presentan de ordinario rostros violentos, airados o doloridos que nos conmueven, y cuando ponen ante nuestros ojos caras sonrientes tendemos a menudo a considerarlas falsas y forzadas ?"de circunstancias", decimos? porque pensamos que con su talante amable buscan el propio inter?s o simplemente la eficacia. De modo semejante, nos parece incre?ble que alguien pueda acogernos con una sonrisa afectuosa aun sin conocernos y, sin embargo, todos tenemos la maravillosa experiencia de aquella sonrisa a primera hora de la ma?ana que logr? cambiar nuestro d?a.

Nada m?s y s?lo del hombre

Es una pena minusvalorar la sonrisa, pues es uno de los rasgos m?s t?picos del ser humano. Ludwig Wittgenstein ?para muchos el fil?sofo m?s profundo del siglo XX? anotaba incidentalmente en un oscuro pasaje de las Philosophical Investigations que "una boca sonriente sonr?e s?lo en un rostro humano". Con estas palabras Wittgenstein afirma que para sonre?r hace falta un rostro humano que otorgue significado a la sonrisa, pero quiz? sugiere tambi?n que un rostro es plenamente humano cuando sonr?e. Ya los escol?sticos medievales advirtieron que la capacidad de sonre?r era un accidente propio de los seres humanos, era una propiedad derivada necesariamente de su esencia. Omnis homo risibilis est, dec?an; todo hombre es capaz de re?r. Tomarse el trabajo de sonre?r es un modo aparentemente sencillo en el que cada uno puede hacer un poco m?s humano este mundo nuestro y hacer as? tambi?n m?s humana su propia vida.

Para entender esto un poco mejor viene bien recordar la ontogenia de la sonrisa, su manera originaria de desarrollarse en el ni?o. Seg?n dicen los expertos en desarrollo infantil, el reflejo espont?neo en el arco bucal del beb? satisfecho induce a la madre a pensar que su hijo le est? sonriendo. La madre, emocionada al descubrir aquella aparente sonrisa de su beb?, le premia con achuchones afectuosos. El ni?o, entusiasmado a su vez ante esas oleadas de ternura efusiva, le corresponde imitando la expresi?n del rostro materno con una sonrisa cada vez m?s franca y abierta. Este singular proceso educativo muestra que la sonrisa no es un mero reflejo espont?neo del placer, sino que, sobre todo, es una valiosa conducta comunicativa.

La sonrisa y su trabajo

Esta semana pas? a visitarme una doctoranda con su hija Carmen de poco m?s de un a?o. Le dimos a la ni?a un juguete sencillo para que se entretuviera mientras su madre y yo habl?bamos de filosof?a. En un momento de la conversaci?n en el que nos re?amos abiertamente de una broma filos?fica, Carmen se uni? entusiasmada a nuestra risa como si hubiera entendido algo. Con aquella risa espont?nea nos dio una verdadera lecci?n de filosof?a: re?r juntos, sonre?rnos unos a otros, crea unos formidables espacios de comunicaci?n.

Sonre?r es reconocer al otro como persona: sonr?o al bedel al entrar en el edificio en el que trabajo, pero no a la fotocopiadora que est? en el pasillo. Hay personas a las que la sonrisa parece serles natural. Me viene a la memoria aquella sonrisa maravillosa de Juan Pablo I que en los breves d?as de su pontificado llen? de esperanza al mundo. Pero puede leerse en el libro suyo Ilustr?simos Se?ores, escrito unos pocos a?os antes: "Desgraciadamente s?lo puedo vivir y repartir amor en la calderilla de la vida cotidiana. Jam?s he tenido que salir huyendo de alguien que quisiera matarme. Pero s? existe quien pone el televisor demasiado alto, quien hace ruido o simplemente es un maleducado. En cualquiera de esos casos es preciso comprenderlo, mantener la calma y sonre?r. En ello consistir? el verdadero amor sin ret?rica". Todo hace pensar que aquella sonrisa que tan natural parec?a era fruto de un prolongado esfuerzo de muchos a?os. Algo parecido me contaba un colega de su experiencia: "Hay temporadas, d?as, en que es una heroicidad sonre?r por lo menos para m?: d?as en los que no has dormido, en los que no te encuentras f?sica o psicol?gicamente bien, que tienes preocupaciones u otras ocupaciones en la cabeza que te impiden ponerla en las personas que tienes a tu lado. Si te lo propones consigues dar el pego: 't? siempre tan sonriente, qu? bien te va la vida' te dicen. ?Y cada sonrisa te cuesta un mundo!".

Parece efecto pero es causa
La sonrisa es siempre muy agradecida. Como la madre con el beb? lactante, quien sonr?e cosecha muchas veces la sonrisa y el afecto de los dem?s. Es muy conocida aquella afirmaci?n de William James, uno de los fundadores de la psicolog?a contempor?nea, de que no lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos. Me parece que algo semejante puede decirse de la sonrisa. De hecho, cuando me encuentro con personas que sufren por su aislamiento, por sus dificultades de comunicaci?n con los dem?s, suelo invitarles a que se empe?en en sonre?r a quienes tienen a su alrededor porque ?les digo? no sonre?mos porque estamos contentos, sino que m?s bien estamos contentos porque sonre?mos. No importa que en un primer momento la sonrisa sea forzada o parezca artificiosa, pues con su repetida pr?ctica va calando por dentro hasta que alegra el coraz?n.

Hay quienes piensan que la guerra es el motor de la historia humana, que el conflicto y la confrontaci?n son el motor del progreso social y cient?fico. Lo que Benedicto XVI viene a recordarnos con su enc?clica es precisamente que el motor de la historia ?si es que la historia tiene motor? es el amor, el di?logo y la comunicaci?n entre las personas y los pueblos. Lo que nos ense?a es que cambiaremos el mundo a base de cari?o. En este sentido, ponerse a sonre?r es comenzar a cambiar el mundo, porque significa poner el amor ?y no el ego?smo o el propio inter?s? en el centro de la vida humana. Por eso para comenzar a cambiar el mundo merece la pena tomarse en serio el trabajo de sonre?r.
Jaime Nubiola
Profesor de Filosof?a
Universidad de Navarra
La Gaceta de los Negocios (Madrid)

Adopci?n espiritual

Publicado por Galsuinda @ 16:46  | Educaci?n
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