Martes, 21 de marzo de 2006

Un ginec?logo de Palermo, que trabajaba en una cl?nica abortista, cambi? al nacer su hijo

En su departamento le hab?an puesto de mote Herodes. Apenas termin? los estudios de ginecolog?a , le pusieron una cuchara en la mano, porque en aquel campo el puesto de trabajo se encontraba con mucha m?s facilidad, y comenz? a practicar interrupciones voluntarias del embarazo en un hospital p?blico.

Pero un d?a de hace cuatro a?os, hizo por primera vez la experiencia en una sala de partos, y el primer llanto de un ni?o le marc? profundamente. La mirada de la madre, que observaba a su beb? reci?n nacido sobre su abdomen, al final de sus esfuerzos, no ha podido nunca quit?rselo de la cabeza. Salvatore Piscopo, 32 a?os, ginec?logo en el departamento de obstetricia y ginecolog?a del Instituto materno infantil de Palermo, ha redescubierto la emoci?n del nacimiento, tras tantos a?os dedicados a matar. En aquel per?odo estaba yo archivando los informes sobre las "interrupciones voluntarias del embarazo", y me di cuenta de una realidad sobrecogedora ?relata fijando en el vac?o sus ojos verdes, como escudri?ando el pasado?. En un a?o hab?a practicado 400 abortos, 1.600 en cuatro a?os. Era como si hubiera exterminado un pueblo entero.

Hace dos a?os supimos que mi mujer esperaba un ni?o ?contin?a?. Fue aquel el momento en que mi concepci?n de la vida cambi? radicalmente. ?C?mo habr?a podido seguir matando a aquellos peque?os seres, si uno de ellos iba a ser mi hijo?

Pero, en realidad, su actividad abortiva nunca hab?a sido una elecci?n consciente. En aquellos a?os pensaba: "Alguien tiene que hacer este trabajo" ?dice, con la conciencia de quien siempre ha intentado solidarizarse en las situaciones m?s dif?ciles?. Entonces cre?a que la "interrupci?n voluntaria del embarazo", en algunos casos, era incluso necesaria. Cuando uno se encuentra ante fetos malformados, destinados a una vida de infelicidad, o cuando los problemas econ?micos crean dificultades insuperables. Piensen en una madre prostituta o en un padre en la c?rcel, o en el paro y con otras seis bocas que alimentar.

Sus colegas, los que antes le llamaban con disgusto Herodes, al principio no pod?an cre?rselo. Siempre lo hab?an estimado por su precisi?n y profesionalidad, pero ahora es para todos, adem?s, un modelo, uno que ha tenido el valor de cambiar de ruta. ?Si ser?a capaz otra vez de practicar abortos? ?concluye?. Si lo hiciera, ya no podr?a volver a mirar a los ojos a mi Eugenio.



Adopcion Espiritual
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