La muerte del niño avilesino en diciembre enero de 2005 con aprobación judicial cuyo único delito fue ser hijo de una deficiente, nos pone en marcha para que no haya más asesinatos.
Defendemos también una mayor formación
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Al empezar el curso todo es nuevo: no deber?amos usar experiencias pasadas para lastrar el futuro.
Ahora que empieza el curso, me viene a la pluma lo que dec?a Her?clito: que nadie se ba?a dos veces en el mismo r?o. El r?o en este caso se llama Aldeafuente y es mi Colegio: el mismo ?siempre cambiante? de los ?ltimos quince a?os. Tanto tiempo llevo ya aprendiendo a ser capell?n.
Volver? a clase y las alumnas que encuentre se parecer?n poco a las que se fueron de vacaciones en junio. Me pregunto si las de 2? de eso, que me demostraban un singular apego, seguir?n siendo encantadoras o habr?n adoptado ya el aire displicente y perdonavidas que preludia la llegada de la edad del pavo. ?Y las de 1? de BUP, que parec?an eternamente agotadas, con la barbilla pegada en el pupitre y los p?rpados a media asta?, ?habr?n recuperado la normalidad? No parece f?cil: la adolescencia no se cura con sol de playa y bronceador.
?Y las peque?as? Para ellas cada curso es una eternidad, y las vacaciones, una especie de quitamanchas, que elimina, sin dejar rastro, los recuerdos desagradables del a?o anterior.
A m?, sin embargo, lo ocurrido en los ?ltimos diez o quince a?os se me amontona y confunde en la memoria sin orden ni concierto. No distingo los cursos ni las promociones: los adultos somos como rocas siempre id?nticas a s? mismas ?si acaso algo m?s erosionadas cada d?a? en medio de la corriente de un r?o que se renueva implacable.
El colegio que encuentre a mi regreso habr? mejorado un poco: siempre mejoramos, gracias a Dios. Habr? ordenadores m?s potentes; las ni?as estrenar?n libros llenos de colorido, que ?me temo? habr?n subido de precio. Los bolis y los rotuladores cumplir?n su cometido sin fallos ni intermitencias. Y los cuadernos a?n no tendr?n churretes.
?No es fascinante ese breve rito anual de inaugurar un cuaderno reci?n comprado? Uno se frota las manos en el jersey para no mancharlo, y muy despacio, con especial mimo, ceremoniosamente, escribe su nombre y apellido en las tapas. Es un gesto viejo y lleno de sentido. Cuando veo con qu? pausa y primor dejan su firma las alumnas, pienso que se est?n diciendo a s? mismas: "este a?o ser? diferente". Ser? un a?o sin borrones ni tachaduras.
Y sin embargo estoy casi seguro de que dentro de pocos d?as el bol?grafo de Maica depositar? un borr?n azul en la primera hoja; Mar?a tachar? con furia un error del que no conviene dejar la menor huella; y Pilar llenar? su cuaderno de corazones ?dibujados sin darse cuenta en un ataque de languidez?, o escribir? declaraciones de amor en ingl?s dirigidas a un tal Nacho.
?Maldita experiencia de adulto, que siempre nos lleva a profetizar cat?strofes! ?Y si ocurriera lo contrario; si las tres consiguieran mantener limpios sus cuadernos? ?Por qu? no puede ser ?ste el curso en que Roc?o demuestre lo que vale, el a?o del milagro que se propone lograr Elena cada septiembre? Hace algunos septiembres, Mercedes ?que por entonces estaba en bup? me contaba, llena de pasi?n, sus ambiciosos planes, las metas que iba a conseguir y de las que estaba supersegura.
?Se lo prometo ?repet?a una y otra vez?. Ya ver? c?mo cambio este curso?
Ella no se acordar?, pero aquel d?a confund? la prudencia con la cautela o con el cinismo. Tendr?a que haberme solidarizado con su entusiasmo, para luego, en todo caso, matizarlo un poco. Sin embargo solt? esa frase t?pica de adulto resabiado:
?Mira, Mercedes, no te hagas ilusiones?
?Naturalmente que hay que hacerse ilusiones! ?En qu? estar?a yo pensando?
Tambi?n los mayores deber?amos ser capaces de estrenar un cuaderno nuevo cada a?o, cada mes o cada d?a con la fe y con la amnesia envidiable de los ni?os. Lo que nos frena es la experiencia. Mejor dicho, las tristes experiencias de los viejos fracasos, que nos van cargando de tristeza la mochila y, si uno se descuida, acaban por aplastarnos o por inhabilitarnos para cualquier tarea original o creadora.
Pero la experiencia no debe ser un lastre, sino un motor. No un freno, sino un est?mulo para recomenzar la pelea con m?s ?mpetu y sabidur?a. Hablo, por supuesto de todos los campos de la vida; pero especialmente del terreno espiritual, de la perenne batalla que hemos de sostener por ser santos y en la que siempre hay que estar recomenzando. Nuestro cuaderno ser? nuevo cada ma?ana si nos dejamos querer y limpiar por Dios.
Escribamos nuestro nombre y apellido en las tapas, que los borrones ya no est?n, y el d?a que hoy empieza es otra vez el primero.
Y a quien le venga la tentaci?n de apelar a la experiencia como coartada para pactar con la mediocridad, puedo contarle lo que me dijo Heinz Kloster el d?a de su noventa cumplea?os:
?Mira, hijo m?o, la experiencia demuestra que no conviene fiarse de la experiencia. Al fin y al cabo, cuando uno tiene experiencia de verdad, ya no es capaz de recordar ni la experiencia que tiene.