Viernes, 22 de diciembre de 2006

En una vi?eta sugestiva aparece una cig?e?a que lleva a un ni?o. Vuela delante de un anciano que mira hacia arriba. El anciano, al ver al ni?o, exclama: ??Mientras haya vida habr? esperanza!? El ni?o, desde arriba, responde: ??Mientras haya esperanza habr? vida!?.

Entre vida y esperanza se establecen unas relaciones muy profundas. Muchas parejas de esposos j?venes se plantean preguntas como estas: ?cu?ndo tendremos un ni?o? ?cu?ntos hijos tendremos? ?Tendremos de verdad hijos? Seg?n el cuadro que se dibuje en el horizonte, la respuesta puede ser muy distinta. Adem?s, hay cosas que no dependen de los esposos, como es el doloroso drama de la esterilidad.

Tal vez alguno piense que una pareja que tenga una casa propia, con un trabajo seguro, con una estabilidad emocional y familiar y con unos salarios aceptables, estar?a m?s preparada a acoger pronto a uno o varios hijos que pudiesen nacer como fruto de su amor. Una pareja, en cambio, que apenas est? pagando su piso, que no tiene un futuro laboral claro o que recibe salarios bajos, y que encima vive con tensiones familiares, tender? a retrasar la venida del primer (o segundo o tercer) hijo. So?ar? seguramente en convertirse en una familia peque?a.

Sin embargo, la vida nos da muchas sorpresas. Hay familias bien dotadas econ?micamente que, contra lo que uno esperar?a, no tienen casi hijos. Otras familias menos favorecidas, incluso pobres, acogen uno tras otro a un peque?o ej?rcito de chiquillos que alegran los pocos rincones disponibles del peque?o hogar que les cubre de las lluvias o de los rayos del sol. Descubrir el porqu? de una y otra situaci?n resulta algo muy dif?cil.

Lo que s? est? claro es que, si en un matrimonio reina el amor y el respeto mutuo, y se vive en un clima de optimismo, de confianza, de generosidad, de armon?a, de fe profunda, es m?s f?cil abrirse a la posibilidad de un primer, segundo... quinto o s?ptimo hijo, aunque antes de la venida de cada uno se pueda hacer una lista m?s o menos larga de dificultades que acompa?ar?n al nuevo inquilino de la casa.

Desde luego, hay situaciones que exigen a los padres el pensar seriamente en retrasar el nacimiento de un nuevo hijo. Pero en otros casos, con un poco de esfuerzo y de optimismo lo que parec?a un problema se resuelve con esa dosis de esperanza que permite el inicio de un nuevo embarazo.

Hay quienes, en nuestro mundo, creen que cada hijo que nace es un nuevo problema que resolver, sobre todo en los lugares donde hay m?s pobreza y donde faltan alimentos y medicinas. Pero si valoramos a cada hombre por lo que es, y rompemos esquemas de ego?smo y de pereza, nos daremos cuenta de que cada ni?o que nace, incluso en condiciones de pobreza, nos obliga a todos a agudizar nuestro ingenio, a trabajar por darle lo que necesita, a distribuir mejor las riquezas de un mundo que vive en medio de injusticias clamorosas, y a dejarle crecer como un nuevo ciudadano que podr?, si acoge la semilla de una buena educaci?n, mejorar a esta humanidad y hacerla algo m?s justa y menos ego?sta.

Por eso, si mantenemos en alto la bandera de la esperanza, veremos que muchos esposos que se cre?an casi obligados a renunciar a nuevos hijos entre las paredes del hogar, encuentran maneras y modos para que, si Dios lo quiere, puedan asomarse nuevas cabecitas en este planeta que necesita crecer en la esperanza.

Mientras en Europa hay pa?ses donde las escuelas se vac?an y los gobiernos prev?n serios problemas econ?micos en unos 15 ? 20 a?os por la falta de ni?os y j?venes, Am?rica vive la presi?n de algunos grupos de inter?s que quieren controlar, desde arriba o con propaganda m?s o menos subliminal, y no pocas veces con enga?os y violencias, el n?mero de hijos de tantas parejas que querr?an acoger, con generosidad, una nueva vida.

Ojal? un d?a esos grupos, que muchas veces dicen querer combatir la pobreza, renuncien a eliminar el hambre con la t?ctica de impedir nuevos nacimientos. No es as? como se logra la justicia en nuestra tierra sufriente. El hambre se elimina con hombres y mujeres que puedan recibir educaci?n y ayudas econ?micas con las cuales podr?n desarrollar actividades econ?micas capaces de darles alimento, vivienda y sanidad. La pobreza no se quita con millones de d?lares destinados a esterilizar a miles de personas, a veces contra su voluntad, sino con millones de d?lares para distribuir medicinas, para ense?ar t?cnicas agr?colas, para abrir nuevos pozos de agua. No puede ser justo el mundo globalizado si permite, por ejemplo, que en Hait? o en Vietnam haya m?s facilidad de acceso a los contraceptivos que al agua potable...

Mientras haya esperanza habr? vida. Quiz? todav?a los profetas del pesimismo seguir?n luchando contra la familia, contra los hijos. En cambio, el progreso basado en el respeto al hombre y a la mujer y en la acogida de cada vida como un tesoro de valor incalculable trabajar? por distribuir mejor las riquezas, para que los ricos no sean siempre m?s ricos ni los pobres vean cada d?a aumentar su pobreza. La esperanza nos lleva a construir un mundo mejor. Nuestros hijos ser?n los primeros beneficiarios, y, ?por qu? no?, tambi?n nosotros nos daremos cuenta de que hemos crecido un poco en el amor y la justicia.

Autor: Fernando Pascual
Fuente: Colaborador de Mujer Nueva
Fecha: 2006-05-26





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