Lunes, 07 de abril de 2008


 Tiene 84 años y lleva toda su vida recibiendo malos tratos, humillaciones y desprecios. Pero lo que más le duele, dice, es haber abortado presionada por su ex marido. Tras la encarcelación de Carlos Morín, todo su drama personal ha aflorado con violencia. ¿Diagnóstico? Está claro: síndrome post-aborto. ¿Terapia? Afrontar el duelo por la pérdida de su hijo.

Por Luis Losada Pescador

Tiene 84 años y la llamaremos María para proteger su intimidad. Tiene miedo de las represalias de su ex marido, que todavía vive. “No le quiere ni Satanás”, señala con cierto humor. Su vida ha sido la ‘mala posada’ de la que hablaba Santa Teresa. “He llorado sangre”. Un cúmulo de malos tratos, humillaciones y desprecios prolongados durante toda su vida. “En mi casa no había basura porque la basura era yo”. Injusto. “Mis hermanos que han tenido una vida feliz ya se han muerto; y yo, que he tenido una vida de perros, aquí estoy”.

Con todo, mucho peor que el infierno vivido con su ya ex marido, a María lo que más le atormenta es su aborto. Fue hace 57 años. Entonces tenía 27 años y estaba soltera, pero mantenía relaciones habituales con su posterior marido. Le advertía: “mira que me voy a terminar quedando embarazada”. Ocurrió. María conserva todos los detalles. Se dio cuenta de la falta en Las Rozas. Quedó con su ‘ex’ para darle la ‘buena noticia’ aprovechando que era el Día del Padre. “Tu no te preocupes, déjalo de mi parte, pero a tu madre no le digas nada”, fue su respuesta.

A los tres días volvieron a quedar. La metió en un taxi y la llevó a un piso de la madrileña calle Barcelona, 3, casi esquina con Santa Ana, recuerda. “Aquello era una pocilga, una carnicería”, recuerda. Él le decía: “no te preocupes, estás en buenas manos”. El aborto se practicó sin anestesia, así que María gritaba. “Una mujer que pasaba por ahí pidió que me taparan la boca, que si no iba a subir la policía y nos iba a detener a todos”, recuerda. Cerca de tres cuartos de hora después, ‘se había acabado el problema”. O más bien comenzaba. “Yo no me encuentro bien”, le decía ella. “Vete a confesarte, yo ya estoy en gracia de Dios”, respondía él.

El 3 de mayo de 1951, mes y medio más tarde, María tuvo una fuerte hemorragia “en el retrete”. Ahí es donde ‘nació’ su hijo. “Tenía los bracitos, el cuerpecito, todo”. ¿Qué hizo? “Lo lavé, lo besé y me lo metí en una caja de membrillo que tenía”. ¿Qué hizo con él? “Pensé en guardarlo en alcohol, pero tenía miedo de que mi madre se enterara, así que finalmente me despedí de él y lo tiré por el retrete”, recuerda entre lágrimas.

Al poco tiempo, María se casó con el padre de su ‘frustrado’ hijo. Volvió a quedar embarazada, pero a los 6 meses de gestación, rompió aguas repentinamente en mitad de mercado. Era una niña, pero nació muerta. Aborto espontáneo. María llora. “Hubo que enterrarla, pero ese canalla nunca quiso decirme dónde la había enterrado”

Posteriormente sobrevinieron tres abortos más, esta vez en el retrete. “Yo siempre he dado a luz en el retrete”. ¿Qué decía él? “Ya tendremos otros”. Obviamente su primer aborto le dificultó su maternidad. Además, estaba claro que su ‘ex’ no quería tener hijos de María. “Él no quería que diera vida y me obligaba a dar muerte”, señala María entre sollozos. Después, nuestra protagonista se hizo “60 pruebas dolorosísimas” para tratar de ser madre. Fallidas, incluida la operación de matriz. Tampoco él quiso colaborar.

La explicación de los avatares de María la hemos encontrado después. Y es que, según un estudio cohorte del Dr. Xiong, de la Universidad de Montreal publicado en el Jornal of Reproductive Medicine en 2004, el aborto provocado o espontáneo no protege frente a la preeclampsia y la hipertensión gestacional en el siguiente embarazo. Es decir, que la pérdida de sus siguientes hijos fue probablemente provocada por el aborto del primero. También se ha demostrado que las mujeres que han abortado tienen mayor riesgo de placenta previa y de nacimientos ‘altamente prematuros’. Exactamente el caso de María.

Síndrome post-aborto

“El caso de María, es sólo un ejemplo de que el síndrome post-aborto acompaña toda la vida”, señala Beatriz Mariscal, psicóloga y presidenta de la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA). ¿Terapia? "Elaborar el duelo por la pérdida de su hijo porque aunque tiene 84 años, todavía no lo ha elaborado", responde Mariscal.

Y es que María nunca le echó en cara a su ex marido aquel aborto. “Creía que sería motivo de conflicto; a mí me dolía, pero nunca lo exteriorizaba”, señala. Y así es como nuestra protagonista vivió con su personal ‘martirio’ toda su vida. Un dolor vivido en silencio, nunca compartido. “Un claro síndrome post-aborto”, señala Mariscal. Síntomas: depresión, ansiedad, tristeza, malestar psicológico, depresión, alteraciones del sueño, etc.


El dolor de María ha permanecido larvado durante muchos años. Pero curiosamente, 57 años después ha explotado “tras los sucesos de Barcelona”. La detención de Carlos Morín ha hecho que los amargos recuerdos de la pérdida de su hijo reaparecieran con violencia. ¿Lo tenía olvidado hasta ahora? “No, no se me quitaba, pensaba en ello día y noche y trataba de salir para olvidarme de ello; pero ahora me ha venido con más fuerza”, contesta. ¿Nunca llegó a superarlo? “Lo del aborto no se me iba con nada, tengo depresión desde entonces”.


Ahora está en tratamiento psicológico. Triste, con pensamientos suicidas y medicada por una seria depresión. “Hay quien piensa que el aborto es doloroso, pero que se termina pasando; el caso de María evidencia que las secuelas pueden llegar a acompañar toda la vida”, concluye Mariscal.

Publicado en Alba

Aborto
Publicado por Galsuinda @ 12:13
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