S?bado, 19 de abril de 2008


Recorre nuestra geografía una nueva especie de inquisidor, al que Alejandro Llano, en La Gaceta, denomina inquisidor laico, y que se caracteriza por «su inconmovible seguridad en la excelencia ética de la falta de convicciones religiosas y por su furor en impugnar toda moral que apele, de un modo u otro, a la religión. Lo paradójico de su tipología es que sustituye el presunto entusiasmo de los seguidores de credos y confesiones por un celo no menos combativo en la predicación de un laicismo que supone sin tacha». Y es que, según Llano, «eliminada la religión, la moral tiende a absolutizarse, y el moralismo se transforma en inmoralismo. Nadie tan implacable como los puritanos y jacobinos. Golpean nuestras mentes hasta que penetre en ellas su verdad. Confunden la ética con la legislación, y nos abruman con reglamentos y regulaciones cada vez más capilares. Más les valiera respetar la libertad, de la que toda moral surge y a la que toda moral retorna».

Desde Gramsci sabemos el poder que tienen los medios, especialmente el cine, a la hora de hacer penetrar la ideología en las conciencias. Escribe Juan Orellana, en libertaddigital.com, sobre el guionista recientemente desaparecido Rafael Azcona, que «ha sido, en realidad, un eslabón imprescindible en el proceso de ideologización que ha vivido el cine español de los últimos cuarenta años. Un proceso de fondo laicista que ha interpretado la historia de España -y el papel de la Iglesia- en una clave guerracivilista sectaria, la que le ha servido a Zapatero para acuñar su propia marca de memoria histórica. Recordemos, por ejemplo, el guión de La lengua de las mariposas y los estereotipos que dibuja, y el papel del cura del pueblo en ese contexto. Son siempre pinceladas, nunca grandes discursos, pero esas pinceladas, año tras año y de forma constante, cambian una mentalidad huérfana. En fin, Azcona se puede considerar como uno de los guionistas más influyentes de los últimos treinta años, que ha aquilatado esa especie de pensamiento único que se ha instalado en el cine español».

De tanto pensamiento único, luego anda la gente tan turbada y confundida que se pueden pronunciar cosas como las que dice Alberto Ruiz Gallardón a La Vanguardia: «El amor humano es fascinante, el amor de un hombre con una mujer, de una mujer con un hombre, o de un hombre con un hombre, de una mujer con una mujer». Sí, es verdad. Fascinante. Rafael Bardají, analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), en una entrevista a Gonzalo Altozano publicada en Alba, afirma: «El PP se contenta con ser visto como un buen gestor económico; por eso no le importa ceder a la izquierda el terreno en lo cultural. El PP no puede convertirse en el ala derecha del PSOE. Debería poner en marcha una campaña a favor de los derechos de la persona, campaña que pasa por decir que el Parlamento no puede regular ni la vida ni la dignidad, pues éstos son derechos innatos, anteriores a toda situación política».

Resistencia ante lo aparentemente inevitable es el artículo de Alfonso Aguiló que publica Hacer Familia y que trata acerca de la actitud de Sophie Scholl y sus compañeros de La Rosa Blanca ante el régimen nazi: «Eran jóvenes y no querían morir. Les disgustaba perder el encanto de vivir, como dijo muy tranquila Sophie el día de la ejecución. Pero sabían que la vida no es el valor supremo, y que sólo satisface realmente cuando se pone al servicio de algo que es más que ella. Tenían el convencimiento de que la muerte no era un precio demasiado alto a pagar por seguir los dictados de la conciencia. Por eso marcharon serenos a su encuentro, sin miedo, sabiendo que morían defendiendo algo grande, algo en lo que creían. ¿Qué importa mi muerte -afirmó Sophie-, si a través de nosotros miles de personas se despiertan y comienzan a actuar?»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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Aborto

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Publicado por Galsuinda @ 0:19
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