Los defensores del aborto buscan dar amplia publicidad a casos dramáticos.
Una niña violada que empieza el embarazo, una madre pobre que ve en el aborto la
“solución” a su miseria, una familia que no se siente capaz de acoger a un feto
que nacerá con graves defectos físicos...
Los casos son lanzados a los
medios de comunicación y, en no pocas ocasiones, son llevados a los juzgados. Un
equipo de abogados, propagandistas y personas que se autodeclaran “defensoras”
de los derechos humanos o de los derechos de la mujer, actúan con gran habilidad
para conseguir el aborto. Con urgencia, porque el hijo puede nacer durante los
trámites. Y si nace, piensan, ya no podemos hacer nada para solucionar el drama.
Aunque no faltará quien promueva, después del nacimiento de un niño que “no
debería” haber nacido, el “derecho” al infanticidio...
Además, nos
encontramos con personas que, cuando no se ha conseguido que la niña o la mujer
abortasen, inician causas legales para “resarcir” y “compensar” económicamente a
quienes fueron privados del “derecho” al aborto.
Es correcto pedir
resarcimiento y compensaciones cuando alguien (un médico, un juez) ha provocado
daños en la salud y en la vida de las personas. Pero, ¿es correcto pedir una
compensación porque “nació” un hijo que algunas personas no querían que
naciese?
Ante situaciones dramáticas como las mencionadas antes, el
aborto no es nunca una solución, sino una injusticia dentro de las ya enormes
injusticias de nuestro mundo.
Pensemos en los casos de niñas violadas que
inician el embarazo: no habría que obligarlas o instigarlas a abortar, porque en
su seno hay una vida humana que merece respeto y protección. Las niñas-madres
necesitan ser ayudadas médica y psicológicamente para llevar adelante el
embarazo y para recuperar, en la medida de lo posible, el camino de su
desarrollo humano y social. Los jueces, por lo tanto, nunca deberían autorizar
el aborto en esos casos; lo que sí deberían hacer es buscar, juzgar y castigar a
quienes han violado y han herido profundamente a esas niñas, aunque sean
familiares muy cercanos.
Respecto a los casos de familias o mujeres
pobres, el aborto tampoco es solución. Cuando inicia un embarazo en situaciones
de miseria hay que promover ayudas económicas y asistencia sanitaria, no abortos
“seguros” que acaban injustamente con la vida de los hijos sin eliminar la
pobreza de sus madres.
Y algo parecido podemos decir respecto de los
embarazos peligrosos para la salud de la madre, o de aquellos otros en los que
se descubre que el hijo nacerá con graves problemas físicos. La medicina
verdadera proveerá a ayudar a quienes viven en estas situaciones difíciles, y
evitará cualquier acto que implique daños tanto para la madre como para el
hijo.
El nacimiento de un hijo no es nunca un daño que debe ser
resarcido, sino una invitación al amor. Es injusto buscar vías legales o
sentencias judiciales para eliminar a embriones y fetos que viven en situaciones
dramáticas. Es justo tratar a cada hijo y a cada madre con todo el respeto y la
atención médica que merecen, sobre todo si la concepción y el embarazo resultan
difíciles y, por lo mismo, necesitan de una especial asistencia y del apoyo por
parte de toda la sociedad.
Bosco
Aguirre